martes, 30 de abril de 2019

A veces hablo solo




A veces hablo solo en el parque. Otras veces, sobre todo cuando me adentro en la naturaleza, observo ese sutil mesmerismo de las piedras. Y empiezo a dialogar con las sempiternas piedras, con la hojarasca silenciosa y con algunas aves que encuentro a mi paso. Y en ese diálogo, en esa cohabitación de complicidades, me siento realizado.

Hay otras veces que hablo con mi perro. Le digo que está empezando a llover o que hace mucho frío. Él, de forma disimulada, empieza a asentir con su cola. Pero él se siente feliz con ese frío y con esas gotas de fina lluvia. Es feliz a mi lado. Yo estoy encantado con su presencia.

En la ciudad, en cambio, evito hablar solo. Me tacharían por loco o algo parecido. Me limito a observar los rostros de las personas, sus gestos, sus ademanes. Esas prisas humanas me descolocan, me resultan insoportables. Nunca comprendí esas prisas por todo. Prisas por comprar, por cruzar la calle, por sortear toda una barrera de coches y atascos. Prisas hasta para entablar una conversación. Todo son prisas en la ciudad.

Yo, sinceramente, prefiero las pausas. Prefiero una grata y estimulante conversación. Prefiero contemplar esos envolventes susurros del bosque. Prefiero esa charla amena y humana. Prefiero esa charla amigable con mi perro. Prefiero ese diálogo con la madre tierra.




Ángel Mora de las Heras

 

miércoles, 24 de abril de 2019

Los susurros de Clara







El paisaje era inmensamente cautivador. Le faltaban ojos para escudriñar todos sus ángulos, todos sus escondrijos. Seguramente alguna flor, aislada y oculta, agradecería ese detalle. Pero aquella recompensa, aunque cercenada por sus dos únicos ojos, le hacía sentir el ser más radiante en aquellos momentos.

Siempre se aprendía algo distinto de Clara. Ella amaba, con una pasión sin límites, la naturaleza. Amaba las piedras, el sol y el agua. Sí, amaba el silencio. Se pasaba las horas muertas contemplando a los animales. A veces, como si de un impulso primitivo se tratara, hasta los imitaba. Podía mimetizarse con ellos o husmear la tierra con el mismo sigilo que los zorros acarician la hojarasca.

Constantemente se mostraba locuaz, simpática y con un atrevido e inteligente sentido del humor. Todas estas cualidades  quedaban acentuadas  en la ciudad. En el campo, por el contrario, era totalmente distinta. Hablaba poco o casi nada. Parecía una prolongación sigilosa del bosque.

—Quiero ser como el susurro del bosque.
—¿Por qué? —le pregunté.

Casi nunca me respondía. Se limitaba a alzar la mirada sobre las crestas arbóreas. Una mirada, casi perdida, como embelesada por el entorno.

—¿Escuchas el silencio?
—Yo solo escucho el rumor del viento, el sonido cadencioso del agua de la fuente y el canto de los pájaros.
—¡Eso es el silencio!

Y Clara, a su manera, escuchaba. Era capaz de escuchar los otros silencios...Silencios que habitaban vida. Silencios que despertaban los sentidos. Silencios sonoros, casi místicos, que no perturbaban aquella paz infinita.





Ángel Mora de las Heras

martes, 23 de abril de 2019

Si quieres...









Si quieres encontrarme,
compartir mi vida,
búscame en el silencio.








Ángel Mora de las Heras

Petrificar el apremio






Una verja,
embriagada de óxido,
da paso a un manto
de escarlatas amapolas.

Sobre el tejar,
aletargado del estío,
sestean unos gatos.

El ritmo de los pueblos
siempre alardea de lo mismo:
parsimoniosos andares,
chácharas prolongadas
sin métrica ni tiempo,
remembranzas de otras
épocas ya lejanas.

Yo huyo de la presteza.
Yo prefiero unos besos,
plácidos, pausados,
que hablen de poesía.

Yo quiero desterrar,
petrificar el apremio.







Ángel Mora de las Heras

Una voz me dice






Una voz me dice
que el mundo va a cambiar.
Pero yo solo veo noches
desoladas para los olvidados.
Ahora esta somnolencia,
tenuemente difusa,
da paso al desasosiego.
Y quiero apretar mis manos
en el crepúsculo latente.
Y,desear, no obstante,
esa ventana abierta
de anhelos noctámbulos.






Ángel Mora de las Heras

Apetencia de bosque






Todo lo que anhelaba
estaba en aquel bosque:
las ramas desnudas
y afables de las hayas,
los sonsonetes trinos
de las negruzcas cornejas,
la cadencia envolvente
del cristalino riachuelo...
Y, sobre todo,
aquella desprendida
y recíproca gratitud.







Ángel Mora de las Heras

Y me asomo a Hipnos






Y me asomo a Hipnos.
Me asomo para concebir
oníricas palabras
bosquejadas de versos.

Me asomo a esta ventana,
porosa, diáfana, sutil,
para liberar el vocablo.

Libertad que anhelo,
que va tejiendo, creando,
visionarios pergaminos.

Es la hora de cultivar el vuelo.
Cultivar estas alas
sin etiquetas ni patrón.

Y ver, oír, palpar, oler,
saborear...sentir.
Sentir este goce de soñar.








Ángel Mora de las Heras

lunes, 22 de abril de 2019

No, no me busquéis allí








No, no me busquéis allí.
No me busquéis 
en ese griterío de gargantas.
No me busquéis

en carcelarios zoológicos.
No me busquéis en circos 
donde se doman los sueños,
las risas y las intimidades
de seres inocentes.
No me busquéis 
en esas plazas taurinas
donde se aplaude el suplicio.
No me busquéis 
en esos lugares
donde se contamina el aire,
el mar, los ríos
y las fuentes innatas.

No me busquéis en esos
espacios donde se clasifican
a los humanos.
No me busquéis en esas 
fosas donde se entierran
los sueños y los besos.
No, no me busquéis allí.



Buscadme, eso sí,
en la quietud que atesoran
esos bosques ancestrales.
Buscadme en esas enramadas
donde danzan las aves
la canción del céfiro.
Buscadme en esos ríos
que bañan siluetas
de enamoradas anátidas.
Buscadme entre alisos
irrigados de poesía.
Buscadme entre caléndulas
y balsámicos hipéricos. 

Buscadme en la libertad
de la palabra que crea.
Buscadme en esa paz
que alberga el silencio.
Buscadme en la vereda
de la igualdad, la justicia,
la dignidad y la fraternidad.
Buscadme en esos mapas
sin banderas y sin muros.
Buscadme donde se unen
todas las manos, todos los verbos.

Buscadme allí...
donde se funden los sentidos.




Ángel Mora de las Heras

martes, 16 de abril de 2019

Unos pasos me persiguen





Unos pasos me persiguen.
Oigo sus pisadas,
inquietas, atrevidas,
en esta noche
de centelleantes astros.
Estos pasos
—vestigios sonoros—
ahora recitan
corales presagios.
Y empiezo a notar
—sensitiva y erizada piel—
la presencia de las musas.
Dejo atrás ceñidas
hendiduras, efímeras
y polvorientas huellas.
Empiezo a percibir
sensaciones, ideas,
resplandor en la opacidad.
Ya puedo abrir mis manos.
Ya puedo cincelar este cuerpo
y esculpir estas palabras.





Ángel Mora de las Heras

sábado, 13 de abril de 2019

Hasta las piedras me hablan...






Ha salido el sol.
Hace un día radiante
para pasear por el campo.

Los tapiales desnudan
sus grietas para acoger la vida.
Las mariposas nos invitan
a su festín de colores.
Los viejos olmos nos abren,
con sus aladas ramas,
el camino de la ensoñación.

Hay una comunicación,
no verbal, no humanizada,
entre las plantas y mi ser.
Hasta las piedras me hablan...
Me hablan de ti, de mí, de nosotros.





Ángel Mora de las Heras   

jueves, 11 de abril de 2019

Arrebatadora ataraxia





Esta noche
ha venido la claridad
en forma de luciérnaga.

Esta noche
asoman los recuerdos,
como fragmentos de rostros,
en esta bóveda sideral.

Esta noche...
no quiero epílogos
ni vertiginosas incertidumbres.

Esta noche
solo tengo un deseo:
volver a esa arrebatadora ataraxia.





Ángel Mora de las Heras 

lunes, 8 de abril de 2019

Oh vida, silenciosa errante




Oh vida, silenciosa errante,
déjame cultivar estos sueños.
Concédeme la magia
de dar luz a la oscuridad.
Concédeme el deseo
de abrir esta jaula de ciegos.
Déjame la llave que abre
conciencias dormidas.
Solo tú resplandeces
en estos momentos decisivos.
Solo tu eco es capaz
de ahuyentar la ira,
el odio, la sinrazón.
Concédeme, por última vez,
tu pócima dulce y vital.






Ángel Mora de las Heras

Quería dialogar en silencio




Quería dialogar en silencio.
Observar el lenguaje
sensitivo de las miradas.
Contemplar este bosque
viviente y pleno de conciencia.
Ver la inmensidad
que circunda este paisaje:
sus ríos,
sus árboles,
sus raíces,
sus piedras,
sus aromas,
sus querencias,
sus secretos.
Ver, a su vez,
la pequeñez de mi ser
ante este ciclópeo horizonte.
Aquí podía escuchar...
los sigilosos cantos de la tierra.




Ángel Mora de las Heras

domingo, 7 de abril de 2019

Pincelada otoñal




El otoño, con su manto
de hojas muertas,
se había vestido de gala.
Había venido a regalarnos
este festín de ocres y amarillos.

Mis ojos estaban allí,
visionando, buscando
sensaciones sobre la hojarasca.

Escuchando:
corales cantos,
durmientes hechizos,
acuáticas cadencias.

Observando aquel puente,
solemne, estoico,
de atrevidos ojos
y de atávica presencia.

Algunos deseos me invadían:
ver el fin de la inhumana caza,
volver a escuchar el silencio.





Ángel Mora de las Heras
 

Esta noche he invitado




Esta noche he invitado
a la paz, al sosiego
y a la contemplación.

Esta noche he ahuyentado
a todas las clepsidras.

Esta noche no hay ruidos,
relojes,
esperas,
disfraces,
estruendos,
prisas,
atavíos...

Esta noche, diáfana y serena,
quiero habitar contigo.





Ángel  Mora de las Heras


sábado, 6 de abril de 2019

La niebla dejaba caer...




La niebla dejaba caer su porosa
silueta sobre el viejo roble.
Yo vislumbraba ese fugaz
y penumbroso paréntesis.
Ese instante  de lírica
quietud en todo mi cuerpo.
Las ideas fluían  bajo
aquel manto de espesa bruma.
Estaba solo, aislado de todo.
Lejos de formas indiscretas
y de los ecos vecinales.
Solo las aves,
con su  grácil vuelo,
acompasan aquellos silencios.





Ángel Mora de las Heras

miércoles, 3 de abril de 2019

¡Cuándo cesará esta locura!












Mis ojos se inclinan
ante el iris de mis deseos.
Pero mis deseos
se vuelven tornadizos:
la realidad es otra.

Una gran capa blanca
se derrite en acuosas lágrimas.
Sobre sus albinas crestas
hay una danza del deshielo.

Los océanos esputan
plastificadas huellas.
Y arrastran  mortales
osamentas en sus orillas.

A lo lejos, casi olvidado,
un escribano palustre
besa su desahogo
en la aridez del paisaje.

Hay árboles  que claman
imposibles tempestades.
Hay negruzcas chimeneas
alimentadas de codicia.

La tierra, maltratada
y desolada, oculta su rostro
entre las raíces.




Ángel Mora de las Heras


Entrelazo estas líneas



Entrelazo estas líneas a mis días.
Si miro hacia dentro,
hacia ese espacio sin tiempo,
veo luces imposibles.
Observo, siento tu conciencia,
tu etérea e insondable alma.
Me colmo —cuestión de tesón—
de tus incorpóreos labios.
Me gusta tu parte invisible:
aquella que no ven mis ojos.




Ángel Mora de las Heras