jueves, 23 de noviembre de 2023

Aquí están


 






Presiento una luz en la página en blanco:
nuevas letras, nuevos esbozos, nuevas palabras.


Empiezo a pronunciarme
sobre los insondables huecos creativos.


Trato de regresar a esos paisajes
donde está ausente el esperpento de la vida.

Aquí no están las voces humanas que copian, que imitan, que repiten idolatrados ecos.

Aquí no están el negro y el blanco, sino los matices sepias de la diversidad.

Aquí no están los gritos que enturbian
los apacibles efluvios del río.

Aquí no están los monótonos hábitos
que cancelan el vuelo al disidente.

Aquí está la calma
de estos atrevidos contrastes y tonos:
los filtros donde se respira libertad.

Aquí está la sensorial danza de las anátidas,
las siluetas leñosas e inspiradoras de los chopos.

Aquí está la roca tejida de musgo,
en su equilibrio, en su armonía vegetal.

Todo está fuera o dentro de nosotros:
ser jaula o ser libre.





Ángel Mora de las Heras 






Las dos partes


 




Son tan tenues los hilos de la vida:
de la hilarante risa al sollozo,
de la colmada felicidad a la tristeza.

Y en ese intervalo,
cuando se pierde a un ser querido,
es cuando se ve la nimiedad materialista.

Y te das cuenta,
aunque el tiempo nos confunda al despiste,
del pueril apego a la avidez material.

Que las cosas se alternan:
los abedules dejarán partir sus sámaras,
el frío abrirá el paso a la primavera.

Que la vida,
como un trasiego de caminos,
tiene pausa, inicio, desenlace y tregua.

Que el destino,
ataviado de mil rostros,
desnuda nuestras grandezas y ruindades.

Y yo,
como un simple visitante,
sigo observando el asombro de los días.




Ángel Mora de las Heras


martes, 7 de noviembre de 2023

Bucólica paz


 





Me he tumbado sobre la levedad
de la pausa de la concordia.

Los ciclos de la naturaleza
se desvelan con ojos estoicos.

Las orquídeas no tienen prisa
en hacerse más mayores.

Los quejigos siguen ahí:
no corren, no gritan, no discuten entre ellos.

No hablan las piedras
en el idioma de la ira de los combates.

No se odian la lluvia y el céfiro.
No rivalizan los fresnos con los álamos.

Sigo tumbado
sobre esta silente mansedumbre.

Desde el suelo se aprecian
invitaciones de herbazales al diálogo.

Desde el suelo veo pasar a un zorro.
No hay inquietud: porta la misma mirada pacífica que la mía.

Ahora miro al cielo de los deseos:
un cúmulo de astros suplica el fin de todas las guerras.






Ángel Mora de las Heras