Ser otra cosa
—por transitorios instantes—
distinta a lo humano.
Ser un espíritu invisible,
una roca acariciada
por la levedad del viento.
Ser el deseo encarnado
en un alma animal.
Ser su porqué y sus sentidos.
Se aproxima la noche
con sus incertidumbres
de atronadora sospecha.
Las sirenas ensordecen
conciencias dormidas
en el caos de la avidez.
Lo presiento:
la paz huye de las guerras
y va anotando versos de quietud.
Sueño con la pacífica
silueta de las palomas.
Sueño sus besos conciliadores.
Sueño con las generosas horas
que preludian el fin,
el desdén a esta bélica sinrazón.
Ángel Mora de las Heras