miércoles, 22 de septiembre de 2021

Paréntesis


 





Hoy quiero hablar conmigo. También quiero hablar contigo.

—¿Me escuchas?

Hablo solo. Lo sé. Tantas cosas que decir. Tantos recuerdos dormidos. Tantas fotografías plasmadas en el tiempo y en aquellos gratificantes viajes. Tantas caricias y besos sobre tu cuerpo. Las almohadas eran conocedoras de ciertas verdades. Esas almohadas que reían, lloraban o, simplemente, imaginaban. Esas almohadas que guardaban celosamente intimidades. Y los sueños —de cada uno— que navegaban con sedosas velas de  libertad. Y la pasión, no solo del placer carnal, sino de las inquietudes y curiosidades. Y el amor: verdadero alimento del alma.

—¿Sigues ahí?

No sé si estás o no estás. Quiero creer que sí estás. Algunos dirán que no estás.Otros dirán que no existe la realidad. A saber...La metafísica, la espiritualidad y la física cuántica saben de estas cosas. Pero hablemos de conciencia. No, que no falte en esta conversación los ingredientes necesarios para la conciencia.

—¿Recuerdas mis pensamientos, mis ideas, mis visiones?

Ya sé que los recuerdas. Siempre con hambre de justicia social.Siempre luchando por los derechos humanos y animales.Pero tan alejado de los partidos, de los dogmas y de las etiquetas. Siempre fui un disidente declarado. O blanco o negro era la consigna del partido. Yo era de matices, de otras tonalidades. Siempre alejado de imposiciones o de verdades partidistas. Sus verdades no eran mis verdades. 

—¿Te acuerdas de nuestra llegada?

Vinimos con los silentes albores. Cuando llegamos —hace tiempo— portábamos la total, la desnuda carencia. No existían palabras, signos ni incipientes preámbulos. No existían banderas, ideologías, doctrinas. Estábamos libres, ausentes de sermones y de adoctrinadas cegueras. Y nos hicimos niños y niñas. Niños y niñas que jugaban y soñaban. Niños ajenos a la alteración y al caos del mundo. Pero crecimos...Dejamos aquel niño que jugaba y soñaba. Dejamos aquel niño que pisaba los charcos y correteaba por los barbechos. Dejamos de ser aquellos niños con su cándida imaginación. Dejamos aquella curiosidad, casi innata, de observar los más recónditos sitios.

Y nos hicimos adolescentes...Y nos hicimos adultos...Y vimos que las precipitadas vacuidades asomaban sus tentáculos. Había que seguir a este, a ese o aquel. Tener un líder, un sostén donde fijarnos. Nos fueron moldeando, clasificando. Pero tú y yo no caímos en su trampa. Seguimos viendo todo tipo de injusticias...pero mantuvimos los ojos despiertos.



Continuará...








Ángel Mora de las Heras  

lunes, 20 de septiembre de 2021

En libertad

 








¿Dónde estás?
¿Estás ahí?

Me he descolgado
de los lazos invisibles.

Ya nada me ata
a esa cadena de vacuidades.

Hay un preludio,
un cisma de alejamiento.

Hay voces empeñadas
en cincelar su verdad
en una jaula.

Tú eres libre. Lo sé.
Tú amas los espacios
que albergan aberturas.

Estoy contigo.
Amo tus disidentes alas.

Ambos huimos
de estas celdas de la mente.

Ahora observamos
bajo límpidos ojos.

Hay un sutil avance
de no pertenencia.

Al otro lado,
junto al versado árbol,
nos espera la quietud.





Ángel Mora de las Heras